Hoy Eltharion escribe sobre su alter ego imaginario, un tipo fanático sin remedio...
El reloj despertador lo sacó inmediatamente de un sueño con alto contenido de drama y lo trajo a la realidad. Sin embargo, a los 3 segundos que le tomó asimilar que era día de partido, quedó despierto del todo, consciente que le esperaba una serie de actos arbitrarios, ritos por sortear durante el día.
Es por ello que se afeitó, sabiendo que ya lo había hecho dos días antes y que estéticamente consideraba innecesario, No obstante tenía que hacerlo. Luego de la ducha, lo esperaban las medias, la camiseta y correa de siempre que se jugaba. La que sus compañeros identificaban inmediatamente al verlo y con seguridad permitían comentarle ¨Con quién juegan hoy?¨.
Sin mayor afán, se permitió salir a la hora de siempre y caminar hacía el trabajo, pensando que le esperaba un día pesado, pero con la seguridad de que al final de la jornada lo esperaba un buen momento. Se permitió escuchar una arenga grabada de otro momento, lo que lo llevó a esas charlas con amigos, cuyo tema central se había vuelto repetitivo en las últimas semanas, una noche futura y lo que se haría.
El día como se esperaba, transcurrió entre papeleos, instrucciones, y comentarios. La hora de salida vendría de perlas ya que no había cabeza para nada más que seguir los rituales. Llegar directo a la cancha, como siempre, encontrarse con los amigos de cancha, comer lo de siempre esperando la hora del partido, hablar sobre el rival de turno. Entrar a la hora de siempre, ubicarse de ser posible en el mismo sitio.
Finalmente llegaría el saludo previo al juego con sus amigos, una genuflexión inútil, dada su forma de ver la vida, incluso se permitió un pensamiento y un beso al cielo donde no estaba. Al final del juego habría una cena con los de siempre, celebrando que todo había salido como se esperaba, y como signo final de la jornada.
Antes de acostarse, con algo de melancolía habría de reconocer que nada de lo anterior había alterado el resultado esperado para bien o para mal, su racionalidad se lo advertía. Pero que se podía hacer, algunas cosas carecían de sentido o de realidad, sin embargo, no se podía permitir el lujo de cargar con la responsabilidad de un resultado adverso, era innegociable. Se durmió recordando el saludo al cielo negro en un marco Rojo.
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Un buen amigo me recuerda que el decálogo del hincha es claro: si no se respetan las cábalas, se acaba la milicia, porque puede que no sean totalmente eficaces, pero nadie se atreve a romperlas. Ni yo, ni mis amigos cercanos nos atrevemos a hacerlo, así nos llegue a doler. El fútbol y la vida se deben vivir así, con la pasión que se despierta. A ustedes y por ustedes va la historia de hoy. Gracias.
... Ya no hay frío, ya no hay vacío
La noche nos mece con su ruido...
Suerte es que les digo...
El reloj despertador lo sacó inmediatamente de un sueño con alto contenido de drama y lo trajo a la realidad. Sin embargo, a los 3 segundos que le tomó asimilar que era día de partido, quedó despierto del todo, consciente que le esperaba una serie de actos arbitrarios, ritos por sortear durante el día.
Es por ello que se afeitó, sabiendo que ya lo había hecho dos días antes y que estéticamente consideraba innecesario, No obstante tenía que hacerlo. Luego de la ducha, lo esperaban las medias, la camiseta y correa de siempre que se jugaba. La que sus compañeros identificaban inmediatamente al verlo y con seguridad permitían comentarle ¨Con quién juegan hoy?¨.
Sin mayor afán, se permitió salir a la hora de siempre y caminar hacía el trabajo, pensando que le esperaba un día pesado, pero con la seguridad de que al final de la jornada lo esperaba un buen momento. Se permitió escuchar una arenga grabada de otro momento, lo que lo llevó a esas charlas con amigos, cuyo tema central se había vuelto repetitivo en las últimas semanas, una noche futura y lo que se haría.
El día como se esperaba, transcurrió entre papeleos, instrucciones, y comentarios. La hora de salida vendría de perlas ya que no había cabeza para nada más que seguir los rituales. Llegar directo a la cancha, como siempre, encontrarse con los amigos de cancha, comer lo de siempre esperando la hora del partido, hablar sobre el rival de turno. Entrar a la hora de siempre, ubicarse de ser posible en el mismo sitio.
Finalmente llegaría el saludo previo al juego con sus amigos, una genuflexión inútil, dada su forma de ver la vida, incluso se permitió un pensamiento y un beso al cielo donde no estaba. Al final del juego habría una cena con los de siempre, celebrando que todo había salido como se esperaba, y como signo final de la jornada.
Antes de acostarse, con algo de melancolía habría de reconocer que nada de lo anterior había alterado el resultado esperado para bien o para mal, su racionalidad se lo advertía. Pero que se podía hacer, algunas cosas carecían de sentido o de realidad, sin embargo, no se podía permitir el lujo de cargar con la responsabilidad de un resultado adverso, era innegociable. Se durmió recordando el saludo al cielo negro en un marco Rojo.
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Un buen amigo me recuerda que el decálogo del hincha es claro: si no se respetan las cábalas, se acaba la milicia, porque puede que no sean totalmente eficaces, pero nadie se atreve a romperlas. Ni yo, ni mis amigos cercanos nos atrevemos a hacerlo, así nos llegue a doler. El fútbol y la vida se deben vivir así, con la pasión que se despierta. A ustedes y por ustedes va la historia de hoy. Gracias.
... Ya no hay frío, ya no hay vacío
La noche nos mece con su ruido...
Suerte es que les digo...
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