sábado, 27 de noviembre de 2010

Crujidos

El sonido seco, como de algo que se está quebrando, lo sacó de su estado de aletargamiento. Eran casi las 9 de la noche pero el cansancio del día lo había mandado a brazos de Morfeo un par de horas antes. Todavía con algo de estupor recorrió con su mirada una alcoba en penumbra y silenciosa. Palpó con su mano el otro lado de la cama y el frio que recorrió su mano le hizo entender que el espacio seguía ausente.

Pensó que el sonido no era otra cosa que esos sonidos que hacen parte de los sueños, pues obviamente se encontraba solo en el apartamento. Sin embargo el silencio del momento se interrumpió nuevamente con un débil crujido. El sonido lo sobresaltó pues no pudo identificar su procedencia.

La reacción fue cobarde, como suele pasar la mayoría de las veces con los hombres. Se arrinconó en el cabezote del lecho y pronunció su nombre. El silencio fue la única respuesta. No, no era ella.

Con el siguiente crujido fue que se llenó de valor, se levantó y se aproximó al baño, la luz del foco iluminó una estancia desolada. Bajó el interruptor y un nuevo crujido inundó sus oídos. Su ansiedad llegó al extremo, tomó un trofeo de la repisa y con sumo cuidado se dirigió al exterior de la alcoba.

Una exhaustiva revisión por cuanto espacio tenía el apartamento corroboró la soledad del mismo. No obstante los crujidos seguían sonando cada vez más, más fuerte y más rápido. Crac, Crac, Crac. Crepitantes, taladrantes, agobiantes. El desespero crecía con cada crujido penetrando cada rincón de su mente.

Se sentó en el sofá y se quedó en silencio aguzando el oído para poder encontrar el origen de tan molestos sonidos. Crujió nuevamente y esta vez sintió un poco de dolor, comenzó a entender.

Tomó su teléfono y la llamó. Al otro lado de la línea 4 timbrazos sonaron antes de que respondiera un buzón impersonal. Volvió a marcar y ya ni siquiera repicó. Comprendió y una lágrima furtiva fue a parar sobre el suelo. Marcó por última vez y luego de escuchar la retahíla inhumana dejó un mensaje.

Siguiendo el ritmo de cada crujido fue directo a la alcoba, se limpió las lágrimas, se lavó el rostro, se organizó de la mejor manera posible y se recostó en el lecho. Todo lo hizo al ritmo de los crujidos, crac, crac, crac. Una lágrima, unas palabras a media voz y un último crujir marcaron el final.

Ella lo encontraría dos horas después, venía con culpa y ansiedad. Lo observó un momento y llegó a pensar que se encontraba dormido. Pero no, no lo estaba, es más, ya no estaba, se había ido.

El reporte forense dictaminó una serie de infartos fulminantes, sin embargo ella no necesitó de un informe para saberlo. Lo supo mucho antes, lo supo en el mismo momento en que prendió su teléfono y escuchó el mensaje que él le había dejado a modo de despedida…

Me estas rompiendo el corazón, puedo escuchar cómo se rompe en mil pedazos. Y aun así te sigo amando.

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Cuento escrito hace un buen tiempo, hoy me gusta un poco más.

Hoy es 27 de noviembre, han pasado 18 años y aún estas en mi recuerdo querida amiga, aun lo estás. Ojalá donde quiera que estes sigas dándole alegría a todos con tu sonrisa.

Por cierto, feliz día Ingenieros Químicos, egolatras y prepotentes a veces, pero que se puede hacer, el conocimiento se nos da naturalmente(?).

...She once believed, in every story he had to tell
One day she stiffened, took the other side
Empty stares, from each corner of a shared prison cell
One just escapes, one's left inside the well
And he who forgets, will be destined to remember...






Suerte es que les digo...

1 comentario:

El Poeta Ha Muerto dijo...

Que buena Historia!... Ojalá siga con más de este tipo.